Sunday, November 20, 2016

Malhumorada


El Jueves me levanté del mal humor. 

Estuve de malhumor primeramente porque no pude dormir en la noche. Tenía una familia en mente por la cual el Señor quería que levantara una oración a esa hora. Eso interrumpió mi sueño. Pero aún después de orar por esa familia, tuve un sueño feo. En el medio de tener ese sueño feo, mi familia me despertó. 

Después de eso me levanté, ya que tenía que entrar al trabajo más temprano de lo común. Estaba malhumorada. Repetía ese sueño malo en mi mente. Tenía pensamientos tristes y pecaminosos. Me sentí derrotada e inútil.

 ¿Qué estaba sucediendo en mí? Estaba en medio de una lucha. El día anterior había estado muy contenta, llena de esperanza y emoción. Incluso, estaba lista para embarcar en nuevos proyectos con el Señor.  ¿Qué sucedió en seis horas?

Dos cosas sucedieron durante esas horas. Lo primero que sucedió es que fuí atacada espiritualmente. No había razón alguna por la cual debí tener ese sueño malo, especialmente después de haber levantado una oración. 

La segunda cosa que sucedió es que permití que mi naturaleza pecaminosa tomara las riendas de mis pensamientos y emociones. (Romanos 7). Yo no fuí creada para quejarme, ni para rendirme, ni para tener pensamientos y acciones pecaminosas. Yo fuí creada para adorar, para reír, para amar y estar llena del Espíritu Santo.

Entonces me dí cuenta que no era mí misma. El Espíritu Santo me trajo a la mente una adoración que había dirijido mi amigo Ivan el día anterior: 

"For you are great. You do miracles so great. There is no one else like you. There is no one else like you." 

La traducción es: "Eres grande. Haces milagros, tan grande. No hay nadie como Tú. No hay nadie como Tú." Cuando decidí abandonar mi malhumor y empecé a adorar a Dios, algo increíble sucedió.

Primeramente, mi espíritu empezó a reconocer la grandeza y la bondad de Dios. Comencé a discernir que Dios hace milagros con las cosas más simples, que el simple hecho de despertar es un milagro. En el medio de la adoración, mientras mi espíritu se enfocaba en la grandeza de Dios, mi mente empezó a cambiar. 

Mi alma (donde viven mis pensamientos y sentimientos) inició un dialogo con sí misma. Empezó a decirse: "Mira lo grande que es Dios. Mira todos los milagros que ha hecho y las bendiciones que ha dado. El es digno de adoración. Pero, quién eres tú? Quién eres para arruinar tu día, y posiblemente el día de otras personas que crucen tu camino, solo porque tuviste un mal sueño y no dormiste bien?" 

¡Wow! ¡Qué lección más grande!

Entonces aprendí ciertas cosas que debo hacer cuando estoy malhumorada y mi carne no quiere ceder a mi espíritu.

Primeramente, debo orar: "Señor, me siento que no soy yo misma. Me siento enojada. Estoy luchando con mis pensamientos y sentimientos. Necesito que vengas, Espíritu Santo, y que te poses en mí."

Segundo, debo adorar. Existen cosas extraordinarias que solamente suceden en medio de la adoración. Hay cadenas que se rompen y hay perspectivas que cambian. Todo eso sucede en medio de la adoración.

Tercero, debo aceptar la obra que el Espíritu Santo está haciendo en mí en su totalidad. Aveces el Señor rompe cadenas en nosotros y en vez de continuar caminando en ese triunfo y libertad, volvemos a amarrarnos. Sostenemos con todas nuestras fuerzas las viejas maneras de pensar y vivir.

Debemos permitir que el Señor obre en cada área de nuestras vidas. No podemos crear excusas para no andar en el Espíritu. La palabra es muy clara:

"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." Gálatas 5:22-23

No existen excusas que tengan suficiente peso para no andar en amor, en paz, etc. La dirección del Espíritu Santo es en todo tiempo, en todo momento y en cada ámbito de nuestras vidas. De esta manera es que cambiamos y aprendemos a caminar en la madurez Cristiana. La actitud de aprender de Dios y depender de la guianza del Espíritu Santo es continua.

Todas estas cosas las aprendí este Jueves, y estoy segura que seguiré aprendiendo mucho más. ¿Qué tal tu? ¿Cuáles cosas te ha enseñado el Espíritu Santo últimamente?

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